22/2/13

PALABRAS Y ACTITUDES TIENEN VIDA, ¿SABÍA?


¿Cuántas son las veces que queremos que nuestras palabras entren en la cabeza de nuestros hijos? A veces usted habla, habla, habla, sin parar, intentando hacerles entender que usted no quiere que anden con fulano, que usted no quiere que lleguen tarde a casa, usted no quiere que coma comida chatarra en la calle etc. Usted, usted, usted… Es un error que todas nosotras comentemos un día y muchas comenten hoy.

Cuando imponemos las cosas a nuestros hijos, no importa si son chicos o grandes, diciendo que no hagan tal cosa porque nosotras no queremos que hagan (ya escuché mucho eso), surte un efecto contrario. En realidad ellos “entienden” que somos malas, que no queremos verlos felices, que queremos controlar su vida, que estamos mandando, imponiendo, aborreciendo.

Pero, cuando tomamos nuestro tiempo para explicar el porque de no hacer tal cosa, las palabras surten otro efecto, por ejemplo: “Hijo, no quiero que salgas con fulano”. Todo bien, pero… ¿por qué? Ahora, si usted dice: “Hijo, no es bueno que salgas con fulano, porque él necesita de ayuda, él es muy divertido, pero es viciado en drogas y puede influenciarte a usar también, en el momento nos es bueno salir con él, pero cuando él esté libre de ese problema, podrás ser amigo de él y salir con él, ahora no es momento…

La explicación fue larga, pero estoy segura que ese hijo escuchó. Otro punto importante es el tono de voz que usted usa: palabras gritadas no son oídas, palabras dulces atraen la atención y producen el efecto deseado. Mamá, el mundo está lleno de hostilidad, demasiada violencia, demasiados gritos… Sin embargo, si nuestros hijos encuentran un hogar sin esas características, una familia (o por lo menos una mamá) que lo apoya, explica y se muestra dulce aun que él haga cosas que le desagraden, tarde o temprano él dará valor a eso.

Cuide sus palabras, su tono de voz, como usted se expresa acerca de una situación o persona delante de sus hijos, pues nuestras actitudes asistidas por ellos, ayudan en la formación de parte del carácter de ellos. ¡Vea como es importante estar atenta a eso! Oí a un hijo contando cómo cambió sus actitudes: Un día él llegó de madrugada en la casa, entró sin hacer ruidos y vio a su mamá de rodillas en la sala orando por él, escuchó que ella pedía a Dios que lo guardara, que lo protegiera de todo mal, porque ella lo amaba y deseaba lo mejor para él.

En ese momento, él se puso de rodillas al lado de ella, la abrazó y empezó a llorar, allí hizo un análisis de cómo estaba viviendo y del cuanto estaba haciendo a su mamá sufrir… En ese momento, pidió perdón a ella y decidió cambiar, dejar las drogas, dejar los ambientes nocturnos, las bebidas, las malas compañías y a abrazar la fe de su madre. ¡Que maravilla! La actitud de ella de no pelear con él cuando llegaba tarde oliendo a alcohol, pero de orar por él sin reclamar tocó su corazón más que mil palabras. De a su hijo lo que él jamás encontrará allá fuera: ¡Palabras y actitudes que producen vida!

¡Madres no desisten de sus hijos!

Sandra Lages

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