Hola,
mi nombre es Beatriz Alves y soy una hija en oración.
Si
yo fuera contar todas las experiencias que tuve a través del poder de la
oración, ciertamente tardaría mucho, porque las experiencias son muchas. Pero,
voy a contar algunas que tuvieron resultados decisivos en mi vida.
Uno
de mis primeros recuerdos de cuando era niña, es mi mamá poniéndome en la cuna
y orando por mí. Es cierto que yo no tenía juguetes caros, el mejor biberón, ni
una niñera que me cuidara de día y de noche, pero la oración, nunca me faltó.
Mi hermano y yo crecimos en un hogar feliz y de fe.
Pasó
el tiempo y con más o menos 9 años de edad, tuvimos que cambiarnos a otra
ciudad y supe que no podría llevar conmigo todos mis juguetes. ¡Ah, que dolor!
Mis juguetes, mis muñecas, mi mundito iba quedar dividido. Con mucho amor y
sabiduría, me explicó mi mamá: “…es dando que se recibe”, pida a Dios, ore y de una manera u otra Él te dará
todo nuevamente. Me acuerdo como si fuera hoy: fui a mi cuarto y hablé con Dios:
“Mi Dios, por favor, no puedo llevar todos mis juguetes, estoy donando la mitad
para los niños que no tienen nada. ¿El Señor puede regresarme aquella muñeca
muy hermosa que se llama Mi Bebé?”. Al final de aquel año, una amiga de mi
mamá que no tenía la menor idea de que
yo la quería, me la regaló. ¡Que alegría! Dios respondió mi oración.
Todo
parecía estar en la más perfecta orden, pero, llegó la temida adolescencia y
todo cambió. Ese periodo es aquel que el joven ya no es niño pero tampoco es
adulto. Confieso que en ese periodo di mucho trabajo a mi madre. No cometí
ningún grave pecado delante de la sociedad, pero… ¿Delante de Dios hay pecado
chico y pecado grande? Quería ser independiente, libre, tomar mis propias
decisiones, pero gracias a Dios, todo lo que ella me enseñó en la infancia
quedó grabado adentro mío y todas las veces que quería volverme loca, me
acordaba de las oraciones de ella por mí. Me acuerdo de las reclamaciones a mi
respecto que llegaban de la escuela, las malas calificaciones, los “amigos” que
tenía y que a mi mamá no le gustaba. Era como si Beatriz no existiera, pero si,
un fantoche que era comandado de acuerdo a la necesidad. Lo que los “amigos”
hablaban era más importante de lo que mis padres decían. Reconozco que mi mamá
aguantó a todo eso firme, por el poder de la oración.
Hasta
que un día Dios me tocó de tal manera, que me arrepentí de ser aquella hija tan
rebelde. Me arrepentí. Finalmente
entendí todo lo que mi mamá me aconsejaba y también sus oraciones. ¡Cuanta
vergüenza sentí de mi misma! ¡Que ganas de cambiar! ¡Que ganas de regresar al
pasado y empezar todo nuevo! Pero, ¿cómo? ¿Cómo cambiar lo que yo ya había
hecho? ¿Cómo olvidar?
Una
vez más el poder de la oración entró en mi vida. Yo acepté el perdón de Dios.
Aprendí a orar, y ya no hablar con las paredes en un desahogo sin retorno, pero
si creyendo que lo que yo pida, voy a recibir. A partir de ese momento me torné
una hija en oración. Descubrí por mi misma y no solo por un momento, el
beneficio eterno que hay en la oración. Fui creciendo y hasta como yo quería que
fuera mi esposo, pedí detalladamente en oración: ¡recibí más de lo que
esperaba!
Hoy,
llevo 5 años de casada con Thiago Alves y soy una esposa muy feliz.
Actualmente
mi mamá y yo no estamos juntas. Vivo en Portugal y ella en México, pero existe
paz, una certeza de que cada una por su lado tiene acceso directo al Padre.
Quizá
usted puede pensar que mi historia es muy emocionante, bonita, o sin gracia,
pero, mi objetivo es hacer con que usted enseñe a su hijo(a) a orar. La
pregunta que usted debe hacer es: ¿Estoy dejando Dios actuar en la vida de mi
hijo(a) o soy una madre que quiere hacer acontecer un cambio con la fuerza del
brazo?
Hoy
él o ella puede hasta no dar valor, pero así como en mi vida un día la semilla
fue plantada y brotó, acontecerá con su hijo(a).
Bendiga
a ellos. Crea en el poder de su oración. No desista.
“La
fe es la certeza de aquello que esperamos, la prueba de lo que no vemos”.
(Hebreos 11:1)
Un
beso a todas esas heroínas del Madres en Oración. Y muchas gracias por orar por
mí también.
Beatriz Alves
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