Sueños… soñar no cuesta nada. Un sueño no está limitado al
espacio o al tiempo. Puede ser grande o pequeño, puede quedar eternamente
oculto en lo más íntimo de una persona o ser justamente lo que la distingue en
este mundo. Soñar es un acto de fe.
Es por esa razón que la imaginación de las mamás en general es
tan fértil. Tenemos como mínimo 9 meses para soñar los mejores sueños para
nuestros hijos. Soñar sobre sus carreras, su desempeño en el deporte, como
serán como hijos y como serán como padres. Sueños que anhelamos con toda el
alma que se realicen, pero… por muchas veces son atropellados por una cruel
realidad.
Ninguna madre desea que su hijo sea viciado, ladrón, violento o
que tenga una vida infeliz. En este momento la madre que tanto soñó, descubre
que solo soñar no basta, una madre tiene que hacer mucho más si quiere
realmente ayudar a su hijo, pero ¿cómo?
La mayor enseñanza que recibimos de la vida es que: si no
plantamos no vamos cosechar lo que queremos, o sea, no puedo plantar uvas y
querer cosechar peras. Un sueño para dejar de ser solo sueño, tiene que ser
trabajado.
Su hijo hoy puede ser un bebé o un adulto, no importa, lo que
importa es que aun hay tiempo para realizar lo que usted ha soñado para él. No
cruce los brazos y ya no diga que él no cambiará. Los sueños cuestan trabajo,
llevan tiempo, pero en la vida de los perseverantes,
¡ellos se realizan!
Orar por un hijo es un acto de amor, hace parte de nuestra
realidad y es un gran paso en dirección de la materialización de los sueños.
Soñar es muy bueno pero, ver la realización de ese sueño es aun mejor.
Si otras madres logran, nosotras también lograremos.
Siempre juntas en oración.
Ana Claudia G. Brito
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