Como todas nosotras sabemos,
Jesús tuvo una madre muy especial. No encontramos en toda la Biblia otra mujer
que tenga ocupado ese lugar. Sin embargo, yo no quiero parecer religiosa pero,
voy a utilizar algunos versos de la Biblia para señalar el gran secreto del
suceso de María.
“Y le dijo uno: He
aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él (Jesús) al que le decía esto,
dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y
extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis
hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”. (Mateo
12:47-50)
Cuando Jesús dijo eso, Él no estaba disminuyendo a su familia
ni tampoco despreciando a su mamá. Él sencillamente nos estaba invitando a
hacer parte de su familia, o sea, si hacemos la voluntad de Dios, Él nos
considerará parte de su familia.
“Mientras
él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
Y
él (Jesús) dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y
la guardan”. (Lucas 11:27-28)
La grande bendición de María, no fue apenas la de haber
generado a Jesús y sí, la de tener oído
su voz y puesto en práctica su voluntad.
La fuerza que ella tuvo, fue comprender que ella solita no conseguiría ayudar a Jesús
en su misión. Ella lo apoyó con todos sus
quehaceres pero también, lo ayudaba en
oración.
La madre de Jesús fue una mujer igual que
nosotras, llena de defectos y virtudes pero, se destacó por haber reconocido la
grande importancia que Dios tuvo en su vida.
Ella obedeció a su voluntad y fue dichosa por eso.
Nuestros hijos e hijas, están conozco porque Dios se nos prestó. Un
día tendrán que ir por sus sueños, mientras tanto, como madres no podemos
despreciar el poder de la oración. Si
María necesitó orar, ¿por qué nosotras no precisaríamos?
Sin lugar a dudas, este es el gran secreto
de María.
¡Siempre
juntas en oración!
Ana
Claudia Brito
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