Querida
madre,
Ud.
ha sufrido tanto a causa del problema con su hijo(a), que sin darse cuenta, juntamente
con ese problema se ha auto destruido. No es nada fácil ver a alguien que salió
de Ud., de su vientre o de su corazón, estar totalmente sumergido en el engaño.
Cada sufrimiento, cada dolor de un hijo, duele dos veces más en una madre.
Pero, ¿cómo podrá ayudar a su hijo si Ud. está necesitando de ayuda?
No
vale la pena sumergirse en el problema, alimentar pensamientos que la empujan
hacia abajo, como por ejemplo, el de verse como la peor madre del mundo,
principalmente cuando Ud. ve otros hijos viviendo felices al lado de sus familias.
¡Lo que Ud. necesita es cuidarse!
Cuando
los problemas ahogan el alma, no hay poder en las palabras… Nuestras palabras
tienen el poder de bendecir o maldecir. Puede que Ud. piense así: ¡pero, yo
solo digo palabras buenas para mi hijo!
Yo le
pregunto: ¿Cómo es que esas palabras salen de Ud.? ¿Con voz de sufrimiento? Tal
como: Hijo, mírame a mí, su madre… ¡ten pena de mí! Si él no logra aun ver lo
que está haciendo, ¿cómo logrará reconocer lo que está haciendo a Ud.?
Ud.
necesita vivir lo que desea ver en la vida de su hijo y ser un testimonio vivo
para él. Cuando escuchamos hablar de una comida sabrosa que aun no probamos,
podemos hasta pensar que es buena, pero difícilmente eso nos llevará a
probarla, pues no la vimos, ni sentimos su aroma. Sin embargo, cuando podemos
ver y sentir el perfume de aquella comida, automáticamente viene el deseo de
probarla. Y, de la misma manera sucede cuando queremos que alguien vea lo que
es bueno, tenemos que tornarnos una prueba viva de eso.
La
verdadera felicidad solamente la encontramos en Dios, y si Ud. confiesa esa fe,
tendrá que pasar por eso. ¿No consigue? Entonces, busque eso para su vida. Una
vez que Ud. se entregue a esa fe, encontrará paz para tener sabiduría y actuar
en medio al caos, y cuando eso acontece, son derramadas las semillas en el
desierto que empezarán a florecer, porque a partir de ahí, nada y nadie podrá
impedir su victoria.
Renueve
su interior, en su exterior. Aléjese de todo aquello que quiere robar su
felicidad, actuando por su fe. Sonría cuando quiera llorar, vaya adelante
cuando tenga ganas de parar. Cuando avanzamos en la batalla, firmes y
determinadas, el mal tiene que retroceder, pues delante de nosotras tenemos el
escudo de la fe y nuestro General que es el Señor Jesús.
En la
fe,
Isis Regina
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