Para
ilustrar como su visión tiene el poder de cambiar las cosas a su rededor,
(tanto para bien como para mal), vamos a una parábola muy interesante de la
cultura judaica.
Un
cierto hombre viajaba por Jerusalén y vio una gran construcción que le llamó la
atención, tanto por su grandeza, como por la cantidad de hombres trabajando en
diferentes labores. Curioso,
fue hasta la construcción y preguntó a uno de los trabajadores:
_
Amigo, ¿que hace Ud. en esta construcción tan grande? ¿Cual es su función?
_
¡Oh! Ni quiera saber… – respondió el trabajador – Soy albañil y este es un
trabajo muy monótono. Pongo la masa y un ladrillo, masa y un ladrillo… ¡Todo el
día es la misma cosa y parece que nunca se acaba!
Un
poco decepcionado, el viajero se dirigió a otro trabajador e hizo la misma
pregunta. Al que este le respondió:
_Bueno,
soy albañil, y es con este trabajo que mantengo a mi familia y llevo el
alimento a casa. Estoy contento porque es solo poner masa y ladrillo, nada más…
¡Es muy fácil, así que, para mi es muy bueno!
Al
visitar otro trabajador, el viajero repitió la pregunta y, de esta vez, la
respuesta fue diferente:
_Amigo,
soy albañil, pero Ud. no podrá comprender la grandeza de mi trabajo. Tengo el
privilegio de construir este Templo que será la Casa de Mi Señor, Aquél que
creó el cielo y la tierra y todo cuanto hay en ellos. En cada porción de masa y
en cada ladrillo que pongo, la Casa de Mi Señor se va tornando realidad. ¡Es un
trabajo maravilloso, que me realiza y me deja muy satisfecho, muy feliz! ¡Crear
algo para Mi Creador! ¿Quién podrá comprender eso?
Mamá, si Ud. solamente ve el lado
negativo de sus hijos, si Ud. en el momento de rabia, cuando ellos hacen algo
malo, se dirige a ellos de forma negativa, sepa que esas palabras tienen
influencia en ellos. Por ejemplo: Voy a relatarles lo que viví cuando niña…
crecí escuchando que yo era un ser totalmente inútil, crecí escuchando que yo
no era nadie y nunca iba a ser nadie en la vida, que era la criatura más terca
de la faz de la tierra, la más “burra”, la más fea, la más gorda y así seguiría
la lista. Entonces yo, involuntariamente, absorbía esas palabras y creía en
ellas, empecé a verme exactamente como escuchaba de los demás, y por
consecuencia, empecé a odiar mi existencia.
Fui una niña muy frustrada, muy
depresiva y triste, pero nadie imaginaba que aquellas palabras que yo escuchaba
a diario eran parte de aquél gran problema en que yo me encontraba. Me
enfermaba constantemente sin una razón aparente, tenía bajo rendimiento
escolar, mi auto estima era muy, pero muy baja.
Así que soy la prueba viva de
lo mucho que las palabras negativas y la visión negativa de las cosas, influyen
en la vida de un niño. Gracias a Dios, cuando llegué a Su presencia y Lo
conocí, todo eso cambió, pasé a ser una joven totalmente diferente, pasé a amar
mi vida, mi nueva vida con Dios y muy feliz. Pero les dejo ese testimonio para
que pueden observar más las palabras que salen de su boca en relación a sus
hijos y la forma en que Ud. los ve. Nuestros pequeños son como una esponjita
que absorbe todo lo que está a su rededor. Seguimos orando por ellos, pero si
fortalecemos nuestras oraciones con cambios de actitudes hacia ellos, ¡seremos
madres invencibles!
Que Dios bendiga a todas.
Sandra Lages
1 comentario:
Asi es sra.Sandra los hijos pueden ser bendecidos o maldecidos por las madres, por eso tenemos que cuidar nuestra palabras hacia ellos, que Dios la bendiga, saludos
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